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]]>Esta palabra viene del griego ostrakismós, y significa ‘caparazón, cáscara’. Referida a la decisión que permitía desterrar de la comunidad temporal o permanentemente a las personas “incómodas” de la sociedad.
El ostracismo es el acto de excluir, ignorar o rechazar a un/a miembro del grupo, o a otra persona en una relación interpersonal (Williams, 2001).
Es decir, es el sentirnos ninguneado/a en un grupo de personas. ¿Quién no hemos sentido esto en alguna ocasión?
¿En los estudios? ¿en la familia? ¿en el trabajo? ¿con los amigos/as? De repente, han hecho un plan y no han contando con nosotros/as o en el trabajo hemos sido rechazos/as por pensar de modo distinto.
Todas las personas, cuando vivimos este rechazo nos afecta, aunque haya diferentes rasgos de personalidad, o se presente de distintos modos. La respuesta emocional aparece rápidamente: aumento de estrés, parcial pérdida de autoestima y autocontrol y sentimientos de tristeza y enfado. A nivel cerebral podemos relacionar el desarrollo de estos sentimientos, por una actividad en los centros del dolor, específicamente, en la corteza cingular anterior dorsal.
El ser objeto de ostracismo ,aunque sea por un tiempo breve, tiene efectos negativos en las necesidades básicas de pertenencia, control, autoestima y sentido de existencia de la persona que lo sufre. La pertenencia a un grupo constituye una necesidad, y cuando se frustra, produce una dolencia física y/o psicológica (Baumeister, Leary 1995).
El dolor de sentirnos rechazados además dependerá según Richman y Leary (2009), de una serie de aspectos como:
El ostracismo, responde a una exclusión social generada por un comportamiento inadecuado: una persona que incumple una norma es aislada por su mal comportamiento, y como consecuencia, surgen los sentimientos de malestar anteriormente comentados. De aquí surge una respuesta funcional: corregir el comportamiento para volver a sentirse integrada en el grupo.
Porque el castigo de no ser tomado/a en cuenta, ser invisibles, irrelevantes, no ser invitado/a a la fiesta o entender que no quieren hablar con nosotros/as, es interpretado inmediatamente por el cerebro y es una de las mejores herramientas que tiene el proceso de aprendizaje para evitar esta sensación en la vida repetidamente.
Aquí entra el dilema porque una cosa es ser miembro de un grupo y otra perder tu identidad propia.
Para finalizar quiero compartir esta reflexión de Schopenhauer como consejo emocional:
“Toda verdad atraviesa tres fases: primero, es ridiculizada; segundo, recibe violenta oposición; tercero, es aceptada como algo evidente”
Tal vez, hemos sido rechazados/as sin motivo, injustamente, de forma abrupta y dolorosa. Fluyamos para no quedarnos en el suceso y cojamos impulso. Tus principios, tu misión en la vida y tu esencia debes protegerla como tu bien más preciado. Será moldeada por ti, para cada vez ser una persona más humana, empática y respetuosa. El rechazo nos abre los ojos de lo que nunca haremos a otro ser humano, si vemos ese rechazo como un aprendizaje. Por doloroso que sea, tú no eres dolor. Tu eres un ser humano lleno de amor, aprendizaje y vida.
Gracias por leer este artículo lleno de mí, de mis emociones de estos días y de lo que ha supuesto estudiar el rechazo en mí para superarme. Y te deseo como un buen conjuro que: ojalá te ames.
Sandra Sánchez Muñoz
Gerente de Espacio Ítaca y Psicóloga sanitaria, nºcolegiada A-1951
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